¡La historia más loca de cómo nació nuestra joyería!

Desde el día en que nos conocimos, Gianluca y yo supimos que queríamos viajar por el mundo juntos. Así que eso es lo que hicimos. 

Comenzamos en Tailandia, luego viajamos a Myanmar, Camboya e Indonesia. En el aeropuerto, conocimos a un maravilloso grupo de músicos que nos informaron que iban al Festival del Arcoíris y nos invitaron a unirse a ellos. Como estábamos en nuestra fase de "YOLO", obviamente dijimos que sí. Así que, después de una noche sin dormir, un interminable viaje en autobús y una larga caminata, allí estábamos, en una plantación de plátanos, en algún lugar de la isla de Java, rodeados de personas maravillosas y extravagantes de todo el mundo. 

Ahí fue donde encontré a una encantadora y paciente chica argentina que me enseñó a hacer macramé. Así que empecé a trenzar cada hilo que podía encontrar en adornos para usar yo misma y ponerle a Gianluca (obviamente). Llené mi cabello con coloridas cintas de macramé que estaba muy orgullosa de llevar. 

Un día, mientras surfeaba en Bali, una chica notó mis trenzas de cabello y me dijo que también le encantaría tener una. Así que al día siguiente nos encontramos en la playa y le trencé el cabello. Antes de mucho tiempo, tenía una fila de personas que también querían una trenza de cabello. Fue entonces cuando descubrí, por primera vez, que algo que hice podría ser realmente un medio de subsistencia. Bueno, en ese momento, solo nos permitió comprar un par de cervezas, pero al menos dejó volar nuestra imaginación. 

En Nueva Zelanda, participamos en mercados locales, y en México, logramos vivir de las joyas que vendimos durante el atardecer. Playa Zicatela. Fue un tiempo maravilloso, conocimos a personas increíbles, hicimos muchos amigos y nos inspiramos en diferentes culturas. 

"Siempre me encantó hacer joyas y ver la felicidad en los rostros de las personas cuando las llevaban puestas, pero nunca creí que pudiera ser un trabajo real. Hasta que nos mudamos a Barcelona, comencé a estudiar diseño gráfico en una universidad local, y llegó la pandemia de COVID-19. Estábamos bastante desesperados, debido a mis documentos, no pude conseguir un trabajo, y vivir con un solo salario es muy difícil en una ciudad como Barcelona. Por desesperación, abrí una tienda en Etsy y publiqué tímidamente. un par de productos. Después de un par de semanas, mi primer collar en Etsy se vendió. Estaba extasiada. 

No voy a pretender que fue un cuento de hadas en el que mis productos empezaron a venderse mágicamente, y todos vivimos felices para siempre. Fue un proceso largo y duro. En el primer año, vendí muy pocos productos (de los cuales, de todos modos, estaba muy feliz). Aún recuerdo claramente cómo le dije a mi mamá que esperaba que pudiera ser mi trabajo secundario y que me trajera unos euros extra cada mes. Aquí estamos, cuatro años después, y no solo mi tienda me sostiene a mí y a Gianluca, sino también a cinco maravillosos artesanos. No podría estar más orgulloso y agradecido por este increíble viaje y por el apoyo recibido de todos ustedes en el camino. 

Gracias desde el fondo de mi corazón.